jueves, 11 de febrero de 2010

Día 2 (carta para Catadora)

Hoy caminé, caminé mucho, casi sin descanso y aunque dos almas me acompañaban, mi caminata era conmigo misma. Mientras caminaba pensé, pensé mucho, pensé en las cosas que han quedado atrás y que ya no son sino un recuerdo, pensé en las cosas por venir y en lo inciertas que son, pensé en mamá y en mis hermanas, pensé en ti y en ‘alguien’. Desearía que tú estuvieras aquí, de verdad se te necesita.


El tiempo ha pasado y un cambio inevitable se avecina, siento que te pierdo, tú lo dijiste hoy, nos llevamos muy bien, pero nuestra amistad no es como la de cualquiera, siempre va a haber algo que renueve ese lazo, que lo fortalezca, que lo vivifique más.

El próximo evento (hasta evito nombrarlo tal cual es) va a cambiar tu vida considerablemente, no me gustaría que sucediera, no tan pronto puesto que tienes la cabeza llena de ideas y el corazón harto de deseos que me gustaría que cumplieras. La vida así es diferente (lo hablo con experiencia), pero no creo que ni por asomo te vaya a ir como a mí, no te lo deseo. Deseo todo lo mejor para ti porque sabes que te quiero mucho, quisiera que te pusieras a pensar si es lo que realmente quieres, no intento convencerte de lo contrario pues no estoy para eso, solo quiero que estés segura de que es lo que quieres para tu vida. Sé que es una buena persona, o al menos lo intuyo y deseo que sean felices. Tienes mi apoyo, mi oído y mi hombro, cuando los necesites aquí estarán.

De ‘alguien’ he sabido detalles insignificantes.

Quisiera poder compartir con él todo lo que vivo en este momento, que fuera el compañero para esta travesía, que me apoyara, que no criticara, que no juzgara; quisiera que su vida fuera libre e independiente, que nos hubiésemos conocido antes, que yo no hubiese llegado tarde, pero no se puede tener todo en esta vida.

Creo que he dejado de importarle o nunca le he importado, creo que sólo a mí me pareció más de lo que era, creo que sólo yo entregué todo, creo que solo yo podría ponerme en su lugar cuando él me lo pidiera.

Ya no utiliza su frase conmigo, cuando podemos charlar, sus respuestas no son como las de antes. La última vez que lo vi, utilizó palabras que solo lograron echar alcohol en la herida de mi corazón, no era esa la forma en que quería verlo.

En fin, no se puede tener todo en la vida. Le quiero y no hay más que hacer que esperar que el tiempo y la distancia real que puse me ayuden a apaciguar el remolino de emociones y recuerdos que tengo por y de él.

Es mi segunda noche aquí. Es larga y fría. Cuatro paredes y una puerta contienen a una mujer que duerme, esperando que los malos espíritus se vayan para poder entrar en acción.



La bella durmiente.

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